Biografía
Cuando los medios argentinos hablan de Hernán Díaz, lo llaman “escritor argentino”. Es cierto que nació en Buenos Aires en 1973 y que vivió varios años allí, incluidos los fundamentales de la adolescencia y la primera juventud. A sus dieciséis se colaba en las clases de literatura que dictaba Ricardo Piglia en la universidad, y fue allí donde, muy joven, se graduó en la Facultad de Filosofía y Letras. Pero también es cierto que pasó su infancia en Suecia, país en el que su familia se exilió antes de que Hernán cumpliera tres años, tras el golpe de Estado de marzo de 1976. La familia retornó a la Argentina después de la reinstauración democrática, ocurrida en 1983. A mediados de los años noventa, tenía claro que “quería vivir en inglés”. Primero hizo una maestría de dos años en el King’s College de Londres; luego se inscribió en un curso que impartía Jacques Derrida en la Universidad de Nueva York; se apuntó para hacer un doctorado en esta misma ciudad, obtuvo una beca y allí se afincó // En Letras Libres.
Entrevista
“Creo que la verdad de la ficción reside en mostrarnos cómo experimentamos el mundo y, al hacerlo, brindar una nueva experiencia. Lo hace con una profundidad emocional, cuya importancia no podemos ignorar. Para comprender la complejidad, la consciencia, la conectividad y la finitud del ser humano durante los últimos 3000 años, no se recurre a los textos instrumentales. Se recurre a la ficción. En Occidente, se empieza con Homero y se avanza desde allí” // En Harvard Business Review.
Entrevista
“No me parece que la prosa literaria tenga que ser… hay una palabra muy norteamericana que es propulsive, que es esta cosa como de la narración que avanza como un torrente diegético. No me parece que la literatura tenga que ser así siempre. A veces es un placer que sea así, pero también me interesa explorar esa viscosidad de la lengua, esa lentitud, que yo aprendí a través de leer bastante filosofía” // En Jot Down.
Entrevista
“No escribo borradores. Solo hay una versión que se edita constantemente. Escribo con pluma estilográfica en cuadernos de gran formato. Disfruto de la sensación: la tinta fluyendo, el roce de la pluma sobre el papel... También está el tema del ritmo: escribir a mano es la velocidad adecuada para mí. Y los procesadores de texto te obligan a una relación rígida y cuadriculada con la página. Con un bolígrafo, creas tu propia geografía, con sus islotes de pensamientos y torrentes de asociaciones. Y tachar pasajes en lugar de borrarlos permite reconsiderar cambios que se habrían perdido en un archivo digital” // En The Booker Prizes
Siempre estaba comprando nuevos libros, más rápido, lo reconozco, de lo que mi capacidad de lectura me permitía leerlos. Pero mientras estuviera rodeado de ellos, eran garantes de una vida más amplia, mucho más preciosa y necesaria de la que me veía obligado a llevar cada día. Si era imposible mantener siempre esa vida superior, por lo menos podía tener sus signos al alcance de la mano"
Saul Below
El hombre en suspenso


